martes, 30 de agosto de 2011

Calígula, de Albert Camus


Una aproximación a Calígula

Esta pieza de Albert Camus (1913-1960) no es una biografía histórica del emperador, el autor toma su figura para depositar en ella su producción ideológica y filosófica.
Tampoco es casual su elección, no olvidemos que la obra fue estrenada en el año 1945 (año en el que finalizó la Segunda Guerra Mundial) y que su composición fue contemporánea a los gobiernos totalitarios.
Volcar en Calígula sus propias ideas obligó a Camus a apartarse de las recurrentes frivolidades con las que habitualmente nos topamos al pensar en el emperador. Lo aclaro, aquí no se exalta el aspecto frívolo, superficial y desquiciado. Si estos elementos afloran, es como consecuencia de un sistema de mayor complejidad.
La obra de teatro Calígula, la novela El Extranjero y le ensayo El mito de Sísifo, conforman la trilogía donde el autor, entre otros conceptos, desarrolla la idea de “hombre absurdo”.
Claro está, en Calígula, el autor lleva al extremo sus concepciones de hombre absurdo, lógico y libre. Un extremo al que llega el príncipe romano por sus condiciones y posición, extremo que se vuelve intolerable para el círculo que lo rodea y a veces hasta para él mismo.
Camus, no nos presenta en su trabajo una situación sencilla, y no sólo como consecuencia de la densidad de su filosofía. Los personajes aquí desarrollados no se cristalizan en características tan estancas como positivos y/o negativos ya que en el tránsito que efectúan, salvo escasas concepciones, siempre presentan curvas.
Es imposible no percibir en los textos: humor, ironía y acidez, sin que por ello peligre siquiera por un instante lo que el autor propone como marco teórico.
Por otra parte, cuando empecé a trabajar con la obra y a buscar información, leí y me llamó la atención que luego de su estreno, la crítica consideró como “un gran suicidio”. Me permito discrepar, ya que Calígula nos busca su propia muerte, busca permanecer lógico hasta el fin y sabe que esto acarreará su eliminación. Su objetivo, claramente, no es morir.
En cuanto a la puesta, nos hemos permitido trabajar con pocos elementos, ya que la obra lo permitía ampliamente, de hecho considero que es bastante flexible. No nos interesaba reponer escenográficamente los salones, alcobas ni habitaciones de palacio. Utilizamos tambores cilíndricos de diferentes tamaños. Estos son transportados, deslizados y emplazado por los actores durante el desarrollo de la obra.
Buscábamos objetos que nos permitiesen reforzar y sintetizar visualmente lo que se cuenta, colocando el acento en el orden, desorden, vacío, confrontación y armonía. La forma de trabajar las escenas, siguiendo la estructura concebida por el autor, nos permitió efectuar un recorrido global donde se conjugan: aceleración/ desaceleración de velocidades; reducción/ ampliación del espacio y cambio de intensidades.
La puesta no es realista y es fundamental su dinamismo ya que la obra es un gran desarollo de ideas, obligándonos a evitar la monotonía escénica.
La música fue compuesta especialmente por Leandro Bisogno, como también lo hizo para la puesta de Los Siete Locos de R. Arlt (temporada 2004/ 2005 – La Tertulia). En este caso prevalece el sentido rítmico y percusivo necesarios para crear los climas que van desde los “festivo” hasta la presión más asfixiante.





No hay comentarios:

Publicar un comentario